George Watts
III. 1. "Mis dientes son puros bajo tu lengua.
Pesas sobre mi corazón y gobiernas mis miembros.
Patrón del lecho, oh mi amor, como el Patrón del navío.
Dócil la barra a la presión del Patrón, dócil la ola en su poderío.
Y es otra en mí quien gime con el aparejo...
Una misma ola por el mundo, una misma ola hasta nosotros,
en lo más remoto del mundo y de su edad...
Y tanto oleaje, y por doquiera, que sube e irrumpe hasta en nosotros...
¡Ah! no seas un patrón duro por el silencio y por la ausencia, ¡piloto muy hábil, amante demasiado atento! Toma, toma de mí más que don de ti mismo.
Amando ¿no querrías ser también el Amado?...
Temo, y la inquietud habita bajo mi seno.
A veces, el corazón del hombre a lo lejos se extravía,
y bajo el arco de su ojo hay, como en los grandes arcos solitarios
, ese muy grande lienzo de mar de pie en las puertas del Desierto...
Oh tú, obsedido, como el mar, por cosas lejanas y mayores,
te he visto, cejijunto, buscar más allá de mujer.
La noche en que navegas ¿no tendrá, pues, su isla, su ribera?
¿Quién, pues, en ti siempre se aliena y se reniega? -Pero no, has sonreído,
eres tú, vienes a mi rostro, con toda esa gran claridad de umbría
como de un gran destino en marcha sobre las aguas
(¡oh mar repentinamente herido de brillo entre sus grandes sementeras
de limo verde y amarillo!) y yo,tendida sobre mi flanco derecho,
oigo latir tu sangre nómade contra mi pecho de mujer desnuda.
Estás ahí, amor mío, y lugar sólo tengo en ti.
Elevaré hacia ti la fuente de mi ser, y te abriré mi noche de mujer,
más clara que tu noche de hombre:
y la grandeza en mí de amar te enseñará tal vez la gracia de ser amado.
¡Licencia entonces a los juegos del cuerpo! ¡Ofrenda, ofrenda, y favor de ser!
La noche te abre una mujer: su cuerpo, sus puertos, su ribera;
y su noche prístina en que yace toda memoria.
¡Amor haga de ella su guarida!
...Estrecha mi cabeza entre tus manos, estrecha mi frente ceñida de hierro.
Y mi rostro comible como fruto de ultramar: el mango ovalado y amarillo,
rosa fuego, que los corredores de Asia sobre losas de imperio, depositan una
noche,
antes de medianoche, al pie del Trono taciturno...
Tu lengua es en mi boca como salvajería de mar; el sabor del cobre está en mi
boca.
Y nuestro alimento en la noche no es alimento de tinieblas, ni nuestro brebaje,
en la noche, es bebida de cisterna.
Estrecharás el círculo de tus dedos sobre mis muñecas de amante, y mis
muñecas serán,
entre tus manos, como muñecas de atleta bajo su banda de cuero.
Llevarás mis brazos anudados más allá de mi frente; y uniremos así nuestras
frentes,
como para la realización conjunta de grandes cosas en la arena.
de grandes cosas a vista de mar, y yo misma seré tu muchedumbre en la arena,
entre la fauna de tus dioses.
O bien, ¡libres mis brazos!...y mis manos tienen licencia
en el atelaje de tus músculos -sobre todo ese altorrelieve de la espalda,
sobre todo ese nudo movedizo de los riñones,
cuadriga en marcha de tu fuerza como la musculatura misma de las aguas.
¡Te loaré con las manos, poderío! y tú, nobleza del flanco viril,
pared de honor y de altivez que guarda todavía, desnuda,
como la huella de la armadura.
El halcón del deseo tira de sus pihuelas de cuero.
El amor cejijunto se inclina sobre su presa.
Y yo, yo he visto mudarse tu rostro, ¡depredador!
como acontece a los rateros de ofrendas en los templos,
cuando cae sobre ellos la irritación divina...
Tu dios nuestro huésped, de paso, Congrio salaz del deseo,
remonta en nosotros el curso de las aguas.
El óbolo de cobre está sobre mi lengua,
el mar llamea en los templos, y el amor ruge en las caracolas
como el Monarca en las salas del Consejo.
¡Amor, amor, faz extranjera!
¿Quién te abre en nosotros sus vías de mar?
¿Quién toma el timón, y con qué manos?...
¡Corred a las máscaras, dioses precarios!
¡cubrid el éxodo de los grandes mitos!
El Estío, cruzado de otoño, rompe en las arenas recalentadas
sus huevos de bronce jaspeados de oro
en que crecen los monstruos, los héroes.
Y la mar a lo lejos huele fuertemente a cobre y al olor del cuerpo masculino...
¡Alianza de mar es nuestro amor que sube a las Puertas de Sal Roja!".
SAINT-JOHN PERSE
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