lunes, 15 de diciembre de 2008

RELATOS ERÓTICOS. LUCIA FREGONESSI. El juego del pen-pen que estuvo de moda en el renacimiento


En La Familia en el renacimiento (1603) Edward Jones, nos da noticias de una casa de travestismo en Florencia, en la que se habalaba en griego, y a veces en Latín. El idioma Italiano sólo se utilizaba en las ceremonias consagradas a Cotis, diosa de la sensualidad, o cuando había que festejar el pene.
En las lujuriosas cotisianas (como en las de Dorotea de Montefeltri) los hombres vestían ropas de mujeres y usaban pelucas. También sombreaban sus pestañas y se teñían los labios. Lucía Fregonessi, desnuda, con el delta afeitado, presidía la fiesta, recordando los amores de Heracles y Filoctetes.
Después, previa libación de un licor afroadisíaco, comenzaba la danza que terminaba en la orgía del pen-pen. Los travestis se ayuntaban según las medidas del penis, y se alternaban a voluntad en presencia de todos. Uno de estos fue expulsado porque su dimensión atentaba contra la virtud. otro, porque no se había afeitado convenientemente. Un tercero, porque pretendía una décima penetración. Sólo se permitían nueve, el número sagrado de la diosa Coti. Extralimitarse era pecado, un agravio a la deidad, ya que esta había sido violada nueve veces seguidas por Hermafrodito, un dios de orígen Persa, que en forma de mujer, elegía a sus esposas.
Entre tanto Lucia Fregonessi, en una habitación alejada de los travestis, se acoplaba con sus compañeras en una escena homeopática para infundir energías a los hombres. Ridell, en Fecundity (1638), agrega que la Fregonessi terminada la orgía, seleccionaba al más joven y lo introducía en el lecho de las mujeres. Luego lo adornaban con un lazo en el penis y le metía un tapón en el cráter. Lo ataban a la cama y lo perfumaban. Y en esta actitud, realizaban la ceremonia del ombligo, apoyándole las nalgas en el nudo ciego.
Las mujeres obtenían de esta manera su calidad de estériles. Adquirían en cambio, una sensibilidad endiablada. Si el pájaro del hombre echaba a volar en busca del nido, le ponían un segundo lazo. Y si áun persistía su tristeza, se lo ataban y lo doblaban en dirección al tapón.
Al día siquiente, en premio a este sacrificio, le obsequiaban un falo labrado, y lo nombraman monitor de la próxima cotisiana. Quedaba en libertad para ser el primer elector de los travestis. Este privilegio se adquiría a veces mediante el derecho de nalgada, previo pago de una fuerte suma. Lucía introducía sus nalgas entre las piernas del cavaliere, y todo quedaba como en la edad media. Los versos rituales, de raiz homáfona, traducidos por nosotros, eran estos:
Interrupta penis:
¡Oh, Penis, que pendes en penileya del penitente
que sientes penas por penetrar penando apenas
la pendiente pensante que ansía el penividente
penúltimo penisórbido penilisado!
¡Oh, penis de la penitencia!
Pon tu pen pen en el pentáculo de Penélope
pentaclo maxipenis de Odiseo pendinfibulario.
Pon tu pen pen penirrajado por Pentesilea
y pendent ópera interrupta, Penis.
Lo que sigue en la historia de Lucía Fregonessi, hija de un bastardo de Farinata, el héroe del Arbia, es pura conjetura. El mundo se alimentaba de puñal, veneno y sexo, tres ingredientes que contribuyeron a la unidad de la desgarrada Italia. Sólo se sabe que esta hetaira singular murió envenenada en 1513, por un travesti que, precisamente, descendía en línea directa del terrible César Borgia.


Del libro: Historias secretas de musas putas, y otras damas, de Juan Jacobo Bajarlía. Editorial Almagesto

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