domingo, 21 de diciembre de 2008


Cuadro: Secuestro del deseo.

-Yo soy el prototipo de hombre que pudo algo y no pudo algo. Se podría decir que voy empatado con la vida. La vida me metió algunos goles, yo le metí algunos goles a la vida.Pero esta vez estaba en el centro de un vivir diferente, si era capaz de escribirlo, o de hacerlo escribir y no dejar de sentir lo que sentía, era como un bien que le haríamos a toda la humanidad.Algo había pasado en el siglo XX.Algo con el sexo, algo con el amor, algo con la escritura, y nosotros éramos ese testimonio vivo, a la vez inútil.Era necesario escribirlo, hacerlo escribir.Los veía vivir y no lo podía creer.No se parecían a nada, yo empecé a sentir que había llegado mi oportunidad. Ellos, ellas, son todos escritores, pero ninguno de ellos se animará a contar lo que viven.Así fue, brevemente, como comencé a mirar con intención de narrar como vivían, y tomaba notas y notas y, a veces, me enceguecía hasta tal punto que, por tomar notas terminaba no dándome cuenta de lo que pasaba. Algún día, me decía todo esto tendrá algún argumento, aunque roto, y eso será una novela.Y ahora, creo que ha llegado ese día.A mí, me llamaban el Turco porque todo lo vendo y todo lo compro.Soy un representante del dinero sobre la tierra, también compro y vendo el amor.Cuando conocí al profesor, sin poder acercarme a él, no pude sentir otra cosa que ese hombre había salido de mi imaginación, después, esa sensación rozando casi lo siniestro, se volvió a repetir con todos los hombres y todas las mujeres que, de una u otra manera, estaban conectados con el Profesor.Ahora ya estaba más habituado a ese tipo de encuentros.En realidad, les pasaban las mismas cosas que le pasaban a todo el mundo, pero ellos reaccionaban diferente y algo habían aprendido a gozar. Así que cuando el profesor, en el café donde se reunían, sin dirigirse a mí, preguntó, quién era yo, que hacía ahí sentado escribiendo, yo le contesté rápidamente: -Yo soy el novelista, para los amigos El Turco.El profesor saludó con la cabeza y dijo:-EncantadoYo sólo moví la cabeza y cuando la levantaba por segunda vez, vi claramente que Zara, una mujer joven, hermosa y desconocida me miraba con deseos.Pero yo, en principio, me hice el tonto.Yo tenía que escribir cómo vivían, pero no tenía que vivir con ellos.La segunda vez que me sentí mirado por Zara con deseos, comencé a sentir que, a lo mejor, existía verdaderamente la posibilidad de que yo viviera con ellos, y ellos escribieran la novela.Después, la vida me enseñaría cosas que todavía no había aprendido.Esa misma noche al despedirse, con la excusa de que la esperaban Miguel y Carlina en un bar de la calle Córdoba, Zara se acercó a besarme y me preguntó, pegando su boca a mi oído, susurrando:-¿Y yo voy a estar en la novela?Y yo, pensando en sus labios entreabiertos, sentí, escuché verdaderamente que Zara me decía:-Cómo te la voy a chupar.Creo que sentí una especie de rubor, me levanté y tomándola de un brazo, le dije a mi vez: necesito hablar contigo, y.Zara dijo que no, que no podía faltar a la cita con Miguel y Carlina.Suavemente la fui empujando hacia el baño de mujeres. Ella tenía una falda muy corta, así que inmediatamente, le llegué al coño. Ahí, ella se abrazó y suspiró y dijo en voz muy baja: - Apenas te conozco, no sé ni tu nombre. - El Turco, me llaman El Turco, le dije, mientras la acariciaba suavemente entre las piernas.Ella comenzó a suspirar, a mi entender, un poco fuerte en relación al lugar donde nos encontrábamos, encerrados en uno de los cuartitos de baño de mujeres.La situación me enloquecía y pensando que a ella le gustaría ver como se me había puesto la polla con sus suspiros, me desabroché la bragueta y ella me metió la mano y comenzó a gritar: -Pero qué polla tienes, la tienes muy grande.Y mientras se sentaba en el water y empezaba a chupármela , seguía diciendo entre dientes, mientras me la chupaba:-Qué polla tienes, pero que polla tienes.Yo me dejaba chupar, pero no podía dejar de pensar que esa mujer, así como me la estaba chupando, podía cambiar mi vida.Ella por su parte, chupaba y se decía en voz muy baja:-Esto no me pasó nunca, y chupaba y gritaba:- ¿Quién eres, quién eres? Y yo, tratando de que ella gritara menos y chupara más, le dije:-Chupa tranquila, querida, yo soy el Turco y te amo.Y de golpe, no sé si por la orden de chupar o de que lo hiciera tranquila, o por haberla llamado querida, o que yo fuera un extranjero, o que le hubiese dicho que la amaba, el asunto fue que comenzó a ser todo distinto.Ella se sintió amada, después de tantos hombres, por primera vez y gozó como nunca y me amó y me lo quiso dar todo y yo le dije que sí, para que ella tuviera su primer orgasmo, pero no tomé nada. .Ella se abrazó fuertemente a mí y se sentía abrazada a un torrente de luz y acabó y se corrió en dos o tres idiomas, ahí, abrazadita, quieta, iluminada. Yo le manché todo el vestidito con semen aromático por la yerba y ella me pidió por favor que le dejara beberse alguna gota de semen , y me sorbió, como si mi cuerpo fuera un sorbete de limón y yo, vacío de mis cosas, transparente de tanta soledad, le pregunté:- ¿Qué te pasa, estás llorando? - No sé si estoy llorando, pero soy muy feliz, dijo Zara un poco asombrada por los sentimientos, casi todos nuevos o más fuertes que este hombre le había hecho sentir en cuatro minutos y continuó ahora para que él la escuchara:-Te amo, no sé quien eres, pero te amo. Déjame estar a tu lado, sólo te amaré.Yo era El Turco, yo compraba y vendía todo, pero semejante regalo, me dejaba inquieto.Una mujer joven, hermosa, con dinero, por qué habría de amarme precisamente a mí, para qué, me pregunté intensamente, una mujer así quiere estar a mi lado.Ella salió del cuarto de baño y me dejó con mis reflexiones, yo me abroché la bragueta, me miré en el espejo al salir y me sentí el Coloso de Madrid, esta vez la reventaría.


El Viejo Feliz

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