LA MUJER ESTABA DESNUDA
La mujer estaba desnuda.
Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.
Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.
La mujer sollozaba.
Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.
Vino la noche.
Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
La mujer estaba desnuda.
Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.
Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.
La mujer sollozaba.
Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.
Vino la noche.
Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Realmente sutil, muy sugerente...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAhí vamos nuevamente: Exquisito. Para abrir las puertas es necesario que nos ayuden a ahuyentar nuestros fantasmas, a exorcisar nuestros demonios y que nos laman las heridas.
ResponderEliminarBesos
Gracias Miguel. Un saludo. Sugerir siempre fue más erótico que mostrar
ResponderEliminarHola Khumeia, ¿viste? perfecto no se puede.
ResponderEliminarUn abrazo