Cuadro: concierto campestre, Giorgine
El hombre viejo, desengañado de todo,
desde el umbral de su casa, bajo el tibio sol,
contempla cómo perro y perra dan rienda suelta a su instinto.
Corretean moscas por su boca desdentada.
Su mujer falleció hace ya tiempo. También ella,
como todas las perras, pretendía ignorarlo,
pero tenía instinto. El hombre viejo husmeaba
- poseía aún dientes- , llegaba la noche
se metían en la cama. Era hermoso el instinto.
Lo que gusta del perro es su gran libertad.
De la mañana a la noche andorrea por la calle;
y ora come, ora duerme, ora monta las perras:
ni siquiera espera la noche. Razona,
como husmea, y los olores que siente son suyos.
Recuerda el hombre viejo la ocasión en que, de día,
lo hizo como un perro en un campo de trigo.
Ya no sabe quién era la perra, mas recuerda el sol radiante
y el sudor y el deseo de no cesar nunca.
Era igual que en un lecho. Si volviese aquel tiempo,
querría hacerlo siempre en un campo de trigo.
Una mujer baja a la calle y se detiene a mirar;
pasa el cura y se gira. En la plaza pública
se puede hacer cualquier cosa. Incluso mujer,
que tiene recato de girarse por el hombre, se para.
Hay tan sólo un muchacho que no tolera ese juego
y le asesta pedradas. Se irrita el hombre viejo.
que poco vuelo ! ¡que falta de poesia! no me gusta la degradacion de la vejez .Este no es un poema erotico que realmente me ecxite ,no sugiere nada es muy explicito , en definitiva no creo que sea un poema
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