sábado, 24 de enero de 2009

RELATOS ERÓTICOS. FRAGMENTO DE LAS HAZAÑAS DE UN JOVEN DON JUAN. APOLLINAIRE.


Cuadro de Jean Jacques Henner. Mujer sobre divan negro


...Como no hacía buen tiempo, yo pasaba la mayor parte del día en la biblioteca, donde había tenido la grata sorpresa de descubrir un atlas anatómico en el que encontré la descripción ilustrada de los órganos genitales del hombre y la mujer. En él hallé así mismo la explicación del embarazo y de todas las fases de la maternidad que no conocía aún.
Eso me interesaba porque la mujer del administrador se hallaba embarazada en aquellos momentos, y su abultado vientre había excitado vivamente mi curiosidad.
Es evidente que los sucesos de la memorable jornada en la que había visto la desnudez de mi hermana, de la sirvienta y de los criados, no se me habían ido de la cabeza. Pensaba en ellos continuamente y mi miembro se alzaba sin cesar. Me lo miraba a menudo y jugueteaba con él. El placer que encontraba tocándomelo me incitaba a continuar.
En la cama, me entretenía también poniéndome contra las sábanas. Mis sensaciones se refinaban de día en día. Así pasó una semana.
Un día que estaba sentado en la vieja butaca de cuero de la biblioteca, con el atlas abierto delante de mí, en la parte correspondiente a las partes íntimas de la mujer, sentí una erección tal que me desabroché y lo saqué. A fuerza de haber tirado de él hacia abajo, mi miembro se descubría ahora con facilidad. Además tenía dieciséis años y me sentía todo un hombre. Mi vello, ya más denso, se parecía ahora a unos bonitos bigotes. Aquel día, a fuerza de acariciármelo, sentí una voluptuosidad desconocida, tan intensa que mi respiración se volvió jadeante. Apreté más fuerte mi miembro con toda la mano, aflojé la presión, froté hacia adelante y hacia atrás, lo descubrí del todo, me acaricié las pelotas y el orificio del culo, luego eché una mirada a mi glande descubierto, que estaba de un color rojo oscuro y relucía como la laca.
Ello me causaba un placer inexplicable, de modo que terminé por descubrir las reglas del arte de la masturbación, y me meneé la pija con ritmo regular y sostenido, hasta sucedió algo que yo ignoraba aún.
Era una sensación de voluptuosidad inexplicable, que me obligó a estirar las piernas hacia delante y empujarlas contra las patas de la mesa, mientras mi cuerpo, echado hacia atrás, hacía presión contra el respaldo del sillón.
Sentí que me subía la sangre al rostro. Mi respiración se volvió asfixiante, tuve que cerrar los ojos y abrir la boca. En el espacio de un segundo, mil pensamientos cruzaron por mi mente....
....
Un hambre voraz había sido el único efecto de esta acción. En la mesa , mi madre y mi tía repararon en mi apetito, pero lo atribuyeron al crecimiento.

2 comentarios:

  1. ¡Gigantesco, Apollinaire! Qué bien poder leer estos textos. Quiero agradecer también los cuadros, pinturas que nunca vi y que me fascinan.
    ¿Tantas joyas tenemos en los museos? Me atreveré más a visitarlos.

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  2. Totalmente de acuerdo, la combinación de los poemas y relatos con los cuadros es genial.
    Un beso

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