miércoles, 31 de diciembre de 2008

RELATOS ERÓTICOS. MYRIAM DE AQUITANIA. Los secretos del cinturón de castidad.


Cuadro: Tristan e Isolda, de Leighton.
Rudel de Aquitania, obcecado durante las cruzadas en acompañar a su padre Guillermo IX, dejó a Myriam, su mujer al cuidado del caballero August D’Almacourt. Confiaba plenamente en este por dos razones. D’Almacourt había sido mutilado en una batalla ganada por los sarracenos. Había perdido el trigémino sexual y, por lo tanto, no tenía posibilidades de dedicarse a la melancolía. La otra razón se fundaba en el cinturón de castidad, fabricado con “cuero de toro curtido a la intemperie lunar”, según lo consigna Ferdinand Lodge en The Human Sexe (1713).
Este cinturón de castidad, siempre según el relato de Lodge, cubría el sexo de Myriam por ambos lados, mientras cuatro correas cruzadas, mientras cuatro correas cruzadas se prolongaban cubriéndole la cintura. Hacia delante había un orificio de medio centímetro para orinar. Y hacia atrás, una solapa con candado, que ocultaba el otro orificio de un centímetro y medio para facilitar la expulsión de las heces”. En estos casos, Myriam debí pedirle a D’Almacourt que utilizara la llave para bajarle la solapa trasera.
Cómo se ve, no había peligro de infidelidad. Las correas, a su vez, estaban remachadas en el cuero que ceñía la cintura, y no había manera de “hacerse la loca” para burlar a su señor. Era todo un artificio diabólico para medir el ingenio de las damas de la Edad Media.
Aquí comienza el drama, que relata a su vez Anthony Jonson en The Family History (1725), completando los datos de Lodge sobre este célebre caso. Myriam amaba a Jean de Villet. Integrante de la secta de Los Ángeles del camino (salteadores al servicio de los señores feudales) Éste sabía que Rudel de Aquitania había marchado hacia la tierra de los infieles con un séquito de mujeres para su placer. Le propuso, entonces, una justiciera infidelidad, a pesar del cinturón de diana, vengarse en tales eventos era lo más adecuado para castigar al déspota.
Myriam cedió a los requerimientos de Villete, y una noche, aprovechando la borrachera de D’Almacourt, le pidió le abriera la solapa del trasero, porque se hallaba descompuesta. D’Almacourt accedió al pedido de la dama y se echó en el primer jergón que halló su paso para seguir acariciando sus ronquidos. El marqués de Sade, que conoció esta historia (hecho no confirmado por Gilbert Lely) recordó intencionadamente en el asilo de Chareton, estos versos:
Tú, que de las sectas conoces el secreto
Dime ¿qué dogma es hacerse perforar?
Marcial IX, 48
Lo cierto es que Myriam llevó a Villet a la torre del castillo, donde comenzó el enigma más notable de los cinturones de castidad. El caballero verificó la entrada del cráter. Pero ¿cómo introducirse en él sin peligro de suicidarse? Las emanaciones sulfurosas indicaban la proximidad del fuego. Sólo eso. Lo demás era imposible en un desfiladero que comenzaba con un orificio de un centímetro y medio en el cuero protector. No había espacio para emprender la travesía en el jumento. Aníbal escalando los Alpes no hubiera sido tan desdichado. Tres horas trabajó en vano Jean de Villet, hasta que al fin, según Anthony Jonson, “dio repentinamente con la solución al ver la delgadez de una lombriz que se arrastraba por entre las piedras del piso”.
Allí estaba la solución sugerida por el insecto, que Jonson remitió a la inteligencia del lector. La lombriz, adelgazaba y se inflaba para sortear los vericuetos del piso. Había que penetrar por lo tanto, desinflado para engordar en el castillo de Venus que Rabelais confundió con el séptimo cielo de los truenos. Jean de Vilet, tuvo de este modo la evidencia, y con ella la fama inalterable de ser el primer violador de los cinturones de castidad. En el monumento que le erigieron, Andrea Lamborghi esculpió una lombriz alimentándose de lentejas.
Final.
Cuando Rudel de Aquitania volvió de la cruzada, en 1275, halló a Myriam embarazada. Esperó que diera a luz, y luego la hizo emparedar. Jean de Villete fue previamente decapitado, D’Almacourt condenado al exilio. El hijo de Myriam, a su vez, al cumplir 14 años, asesinó de un hachazo a Rudel de Aquitania cuando este dormía con una de sus amantes. Dijo el Marqués de Sade en Justine: “Perforar es fácil, perder la cabeza es un pecado”
DEL LIBRO: MUSAS, PUTAS Y OTRAS DAMAS, DE JUAN JACOBO BAJARLÍA.

3 comentarios:

  1. no sé que rigor historico tedrá todo esto pero como relatos no esta nada mal jeje.
    me he puesto malo y todo
    saludos

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  2. El rigor de la escritura. Saludos relatos

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  3. como minimo ingenio si se tuvo venganza incluida no puedo decir que sentimiento, a mi gusto pero vaya te deja en la idea como lo paso la dama jajajajaja

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