Cuadro: Danaë, de Gustav Klimt, reproducción de Alejandra Menassa. www.momgallery.com
Un pueblo esperaba sentado alrededor de tu cuerpo
testigos inútiles
te abandonan
te dejan sola en la tierra callada y oscura
sola hasta que la incalculable profundidad del grito
señale la hora de la caricia ardiente.
Se agita el aire allí donde un pez nada en la corriente que nace en tus ojos
¡esmeraldas! erguidas como un espolón erótico
continentes hostiles se deslizan por la noche y te despiertan
con músicas extrañas
es el castañeteo de los dientes
es el vaso que al caer derrama la amargura
es la puerta que cruje y da entrada al dolor
es un sordo murmullo que arrastra nieves eternas, cascadas inmóviles
imágenes del paraíso perdido.
Estoy sentado junto al más bello de los cuerpos
un cuerpo que se cambia en cada nuevo encuentro
llevo un equipaje de cicatrices y sueños y estremecimientos
que usa la máscara del amor.
La quemadura, el peligro, el desdén,
tiendo la mano y te toco
existes
grandes promesas emergen de una opacidad submarina
flotas y sonríes
recuerdas
los extranjeros recorren tristemente la calles
busco los cómplices de esta operación del desorden
¿quién entonces me llama a través del tiempo?
Un cristal que se destroza hasta el último aliento deja tras de sí una larga huella de transparencia.
Un pueblo esperaba sentado alrededor de tu cuerpo
testigos inútiles
te abandonan
te dejan sola en la tierra callada y oscura
sola hasta que la incalculable profundidad del grito
señale la hora de la caricia ardiente.
Se agita el aire allí donde un pez nada en la corriente que nace en tus ojos
¡esmeraldas! erguidas como un espolón erótico
continentes hostiles se deslizan por la noche y te despiertan
con músicas extrañas
es el castañeteo de los dientes
es el vaso que al caer derrama la amargura
es la puerta que cruje y da entrada al dolor
es un sordo murmullo que arrastra nieves eternas, cascadas inmóviles
imágenes del paraíso perdido.
Estoy sentado junto al más bello de los cuerpos
un cuerpo que se cambia en cada nuevo encuentro
llevo un equipaje de cicatrices y sueños y estremecimientos
que usa la máscara del amor.
La quemadura, el peligro, el desdén,
tiendo la mano y te toco
existes
grandes promesas emergen de una opacidad submarina
flotas y sonríes
recuerdas
los extranjeros recorren tristemente la calles
busco los cómplices de esta operación del desorden
¿quién entonces me llama a través del tiempo?
Un cristal que se destroza hasta el último aliento deja tras de sí una larga huella de transparencia.
ALDO PELLEGRINI
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