martes, 17 de marzo de 2009

POESÍA ERÓTICA. LA DAMA DE ROMBOS. PAUL ELUARD


Cuadro: Si o no. Godward




Muy joven abrí mis brazos a la pureza. Sólo fue un palpitar de alas
en el cielo de mi eternidad, un palpitar de corazón enamorado que
late en los pechos conquistados. Ya no podía caer.
Amante del amor. En verdad, la luz me ciega. Conservo la
suficiente para mirar la noche, toda la noche, todas las noches.
Todas las vírgenes son distintas. Siempre sueño con una
virgen.
En la esuela se sienta en un banco delante de mí, con delantal
negro. Cuando se vuelve para preguntarme por la solución de un
problema, la inocencia de sus ojos me confunde de tal modo que
apiadada de mi turbación, me rodea con sus brazos el cuello.
Fuera de allí me abandona. Sube a un barco. Nos sentimos casi
extraños uno a otro, pero es tanta su juventud que su beso no me
sorprende.
O bien, cuando está enferma, guardo su mano entre las mías
hasta que llega la muerte, hasta que me despierto.
Si acudo tanto más rápido a sus citas es porque temo no tener
tiempo de llegar antes de que otros pensamientos me arrebaten a
mí mismo.
Cierta vez que el mundo estaba por acabar, lo ignoramos todo
de nuestro amor. Ella buscó mis labios con movimientos lentos y
acariciadores de la cabeza. Esa noche llegué a creer que la haría
retornar al día.
Y siempre es la misma confesión, la misma juventud, los mismos
ojos puros, el mismo ademán ingenuo de sus brazos alrededor de
mj cuello, la misma caricia, la misma revelación.
Pero nunca es la misma mujer.
Las cartas dijeron que la encontraría en la vida aunque sin
reconocerla.
Amante del amor.

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